Semana (Bogotá), junio 2012
El balance
de tres décadas, aunque no sin claroscuros, es globalmente positivo para
América Latina. El número de pobres (los que viven con menos de dos dólares
diarios) ha caído por debajo del 50% de la población. Pero la violencia ha
aumentado vertiginosamente, sin que quepa vincular el problema con la pobreza
porque Venezuela superaba en 2011 los 40 homicidios por 100.000 habitantes al
año, pese a que la indigencia se ha
reducido en los últimos años. América Latina tiene, con 500 millones de
habitantes, el 9% de la población mundial, pero acredita el 24% de las muertes
violentas del planeta.
A fin
de los años 80 Cuba ya había dejado de ser la retaguardia de la guerrilla, pero
la implosión de la URSS en 1991 fue el golpe de gracia que llevó a los
insurrectos de El Salvador y Guatemala a firmar una paz que mal disimulaba la
derrota, y otro tanto ocurría con la ‘contra’
antisandinista en Nicaragua, que Estados Unidos ya no necesitaba por la
desaparición del enemigo soviético. Solo resiste hoy la obstinación narcótica
de las FARC.
Pero la mayor transformación del continente
se debe a la ascensión del chavismo (1999-…) junto al presunto encuentro con su
futuro del gigante brasileño. Con Washington encenagado en Irak y Afganistán, América
Latina se estrena como nuevo actor en el juego internacional, aunque lo haga
dividida en dos bloques, el bolivariano que dirige el presidente Chávez, con
Ecuador, Nicaragua y Bolivia como socios de número, y Cuba, allá en la ruina
caribeña, patriarca pro tempore, y una agrupación laxa de democracias liberales
de las que Brasil pretende ser líder social demócrata. El llamado socialismo del
siglo XXI se vanagloria de su revolución en marcha pero el único auténtico revolucionario
latinoamericano es hoy Evo Morales con su tentativa de deshispanizar Bolivia.
El simbolismo con mayor carga de futuro para
esta América que se busca puede ser la reciente firma de la Alianza del
Pacífico por los presidentes de México, Colombia, Perú y Chile, que espeta a
Europa y Estados Unidos que ya no son la medida de todas las cosas; que Asia
espera.
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