RECUERDO DE UN HISTORIADOR
"Elogio de la
historia en tiempo de memoria", Santos Juliá, Edit.
Marcial Pons, 238 páginas
Por M. A.
BASTENIER
Babelia, El País, 7 de julio de 2012
No sabíamos
que Santos Juliá ha sido casi un historiador sobrevenido; que iba para
sociólogo y que la natural tendencia expansiva de la naturaleza humana, a lo
que el autor llama “pluralismo y nuevos territorios”, le convirtió en
historiador de sus propias preocupaciones intelectuales. Y de ellas nos confiesa,
porque el libro algo tiene de confesional, que la primera fue interrogarse
sobre la razón de que se apagara tan rápidamente el entusiasmo con que fue
recibida la II república.
El libro tiene su origen en una
conferencia, y quizá por ello se organiza en varias capas, como una emulsión prolongada.
Es una historia personal con más historia alrededor que peripecia personal; una
historia muy sintetizada de la transición; y un ensayo sobre la transición de
la historia, que es donde se halla más próximo a confesarse el autor. El Santos
Juliá historiador lo quiere todo a la vez, en los tiempos en los que el estudio
de la historia se ramifica en inter-disciplinariedades, y en el que se suceden
las escuelas de pensamiento, los abraza a todos y a ninguno con exclusividad.
Y en ese viaje hace una declaración que vale
por todo un acto de fe: “(…) el escritor público (ha de actuar) como observador
comprometido, sin sustituir al lector, que será quien deba sacar sus propias
conclusiones, sin ocupar el lugar del poder, ni de la oposición, pero tampoco
un ilusorio lugar intermedio, sino el propio del intelectual en democracia (…) es
el papel de observador crítico, tal como lo veía Raymond Aron”. Es el historiador que construye un edificio
intelectual sin preferir que le salga gótico flamígero o románico medieval; que
no es neutral, porque no hay juicio de valor que lo sea, porque el mismo orden
en que se disponen los párrafos implica ya algún parti pris, sin que eso
tampoco le haga partidista, porque sigue sin preferir conscientemente nada.
En el párrafo citado, el autor, quizá por
su frecuentación del espacio periodístico, ha hecho una definición perfecta de
lo que debe ser un periodista profesional. Coloquemos el término ‘periodista’ en
lugar de ‘escritor público’ u ‘observador crítico’, y la definición queda
impecable. Y ya, puestos a hacer juegos de manos, probemos a sustituir esos
términos por un nombre al que Santos Juliá profesa una devoción especial:
Manuel Azaña, y el párrafo seguirá funcionando perfectamente.
La ajetreada oscilación entre apología de
la memoria, vicisitud profesional, viñetas de la transición, y en la última
parte debate y réplica a los que han sostenido –contra toda evidencia, como
demuestra el autor- que la España contemporánea no quiere recordar su
tumultuoso pasado, tiene como consecuencia que en ocasiones los temas se
disputen un mismo espacio, pero enriqueciéndolo como dialéctica. Y, por ello,
nos hallamos, en cierto modo, ante varios proyectos y un solo libro. Pero la
memoria de un historiador como Santos Juliá es siempre digna de fructífera
recordación.
Interesantes textos que afloran sapiencia en el manejo de la letra menuda fundamentada en su forma y fondo y muy bien intencionada.Me encanta su manejo de "la pluma" sostenida en sus "dedos digitalmente"...
ResponderEliminarMaestro Bastenier feliz momento !
Carolina Herrera